Siempre es bonito regresar a una de esas taskas que han marcado tus primeras farras. El sábado lo hicimos. Un poco más fino que antaño, pero con el mismo vino horrible; esa cosecha del 43 (que es el precio aproximado de la botella en pesestas si le descuentas el casco) y acostumbrada sobremesa de bricolage improvisado con todo aquello que va quedando por la mesa. Esta vez creamos al rey Gometero. Tengo una foto por ahí que pronto subiré.
Bueno. Por cumplir con la obligada mención al restaurante, os diré que el Larrea de Llodio, el del callejón (no me preguntéis la dirección porque nunca le he sabido) es el típico lugar en el que una comida de la cuadrilla se tuerce hacia una borrechera de la cuadrilla. El pijo menú que elegimos (los hay más económicos) fue de 22 euros. Comprende todo lo que se os ocurra. Jamón y chorizo de entrante, espárragos, sus míticos champis en salsa (esto si que es recomendable), un revuelto de setas, croquetas y lengua rebozada... Suficiente para cualquiera.
Sin embargo, en el Larrea, y cuando ya llevas una hora comiendo (y bebiendo), pasan a preguntarte qué quieres de plato principal .Lo suyo es tirárse al escalope (y se canta: po, pon, po, pon , po, po, po , pon) o la chuleta. Otra clásico son los pimientos rellenos (de carne o pescado o ambos) y el bacalao al pil pil. Comida casera contundente y generosa. Si ya os habéis empachado, haced sitio para el postre, el café, la cope y el ... Ah no, que ya no se ofrece puro por eso de la ley anti tabáco.
Lo dicho. 22 euros, tres horas (cronometradas) a la mesa, unas canturriadas y a liarla.
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